­

Maestro o profesor, ¿dispuesto a conocerte?

julio 02, 2019



En mi día a día cuando veo que alguien de mi alrededor o incluso yo misma, da una respuesta poco adaptada a una situación, es decir, desmesurada (grito, gesto duro, mirada fría, sonrisa falsa, mirada de sí pero que no, abrazo seco o una palabra cortante…) me pregunto a que ha podido deberse.
En el último año he aprendido a observar mi cuerpo ante determinadas situaciones,  a mirarme hacia adentro para ver la emoción que se produce, cuáles son los sentimientos asociados a dicha emoción y por qué pensamientos han sido generados.
A continuación analizo una situación, que podría pasarnos a cualquiera:
Imaginemos que estamos en el colegio y mantenemos una conversación tensa con otro adulto, este podría ser un padre, un compañero, el director,… Esta persona es una persona con la que no logro conectar y relacionarme con ella hace que se active mi sistema de alerta (me siento amenazada por sus formas, tono de voz, lo que dice o hace, su forma de exigir).  La situación hace que se me ponga un nudo en el estómago,  se active en mí la emoción del miedo y me sienta impotente o “incapaz” por no saber reaccionar ante ella.
Si continuo observándome un poco más percibo que esta reacción está sujeta a varias creencias que me limitan tales como: “hay que ser agradables para ser aceptados”, “si un mayor impone su criterio, lleva la razón”; “cuando alguien te habla o mira de una determinada manera le doy poder sobre mí que proviene de una educación muy coercitiva”; “ me culpabilizo por no ser capaz de enfrentarme a esta situación”, todo esto hace que nuestra autoestima se vea herida, que vayamos en contra de nuestros principios y por lo tanto nos sintamos amenazados, suframos una situación que nos estresa y suba nuestro nivel de cortisol en sangre, lo cual altera el funcionamiento de nuestro cuerpo. Como no hemos reaccionado de manera proactiva, esa vivencia se queda en nosotros y sumada a otras puede que más tarde pegue un grito ante una situación más simple que mi cerebro vuelva a interpretar como amenazante.
La única manera de poder cambiar esta situación, de poder encontrar la calma cuando estamos educando es comprender nuestras propias emociones,  es autoobservarnos para saber qué es lo hace que reaccionemos de una u otra manera, es reflexionar sobre en qué estado están en las diferentes situaciones del día a día, es entendernos en profundidad para poder entender y es entrenar esa parte racional de nuestra forma ver la situación y de responder. ¿Cómo podríamos haber respondido a la situación anterior una vez que sabemos que nos produce?
Lo primero que podemos preguntarnos es ¿cuál es mi actitud ante esta situación?, ¿qué me digo? y ¿qué palabras y sentimientos va a producir en mí?:
·       Actitud de sumisión, otra vez va a salirse con la suya, estoy harta de no saber enfrentarme a esta situación. Soy pésima, otra vez te has achantado, ves cómo no eres capaz.
·       Actitud de pasividad, me pongo el chubasquero, la oigo pero no la escucho, le respondo pero sin interés, estoy deseando escapar. No es la mejor opción pero hoy he decidido que no voy a dejar que me afecte lo que diga, no voy a prestar mi atención en lo negativo que me hace sentir porque me resta energía, respiro profundamente y a otra cosa mariposa. Hoy he decidido que no me influya, no me siento culpable porque yo he decidió qué actitud tomar.
·       Actitud de proactividad (esta es la opción a entrenar),  sé que va a intentar salirse con la suya, así que voy a mostrar que confío en lo que digo y hago, porque así es. Voy a ara transmitirle que estoy segura y que no me va a aminorar ni con su actitud, ni con sus palabras. Por fin he sido coherente con mis valores personales, un ole pa ti, así podrás lograr aquello que te propongas, me siento genial. 

En fin, espero que este pequeño ejemplo os haya servido de algo y tras este análisis volvemos a la pregunta inicial con la que comenzamos este post ¿es importante saber y gestionar cómo nos sentimos en el aula?
La Dra. Rosa Casfont, manifiesta muy bien cómo nuestras emociones nos impulsan a sobrevivir y a vivir.  
“Ante cualquier estímulo consciente o inconsciente, las emociones son el punto de partida de la puesta en marcha de los sistemas que preparan el cuerpo y el cerebro para actuar y permitir después que actúe a través del comportamiento. Activan sistemas cerebrales como la atención, la motricidad, el sistema sensorial, los procesos cognitivos; activan el sistema vegetativo para dar información al cuerpo; activan el sistema endocrino para disponer de energía. Desde los primeros meses de vida, las emociones más primarias, como la curiosidad, nos generan interés para descubrir y absorber esa información, que posteriormente se memoriza facilitando el aprendizaje. Nos permiten no solo almacenar esos recuerdos, sino también rememorarlos en el momento idóneo, para poder tomar decisiones inconscientes e importancia vital, o conscientes asociadas al proceso racional para jugar un papel de especial protagonismo en la toma de decisiones…y si a pesar de todo esto aún te parece poco, además las emociones marcan absolutamente nuestra comunicación intrapersonal (la observación mental, el pensamiento) y nuestra comunicación interpersonal. A través de la expresión facial y corporal y a través de «cómo» decimos las cosas, las emociones suponen el 93% en nuestra comunicación.”


Tras leer esta explicación y visualizar el vídeo, ¿qué piensas sobre la necesidad de conocer y gestionar las emociones dentro del aula? y ¿en nuestra vida?


¿Sabes qué necesitamos para cambiar?
Lee el siguiente post
Referencias:
1.     Casafont, Rosa (2014). Viaje a tu cerebro emocional. Barcelona: Ediciones B, S.A. 

You Might Also Like

0 comentarios

Citas

"El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices"
Oscar Wilde